Líneas que se cruzan: ¿censura o sentido común?
- Natxo Armenter Usarraga
- 25 jul
- 3 Min. de lectura
El otro día, mientras hablaba con un amigo por Discord, encendí la Switch y entré en la Nintendo eShop en busca de un juego. Pero lo que apareció en portada me dejó bastante sorprendido: varios títulos con estética hentai, sugerencias sexuales explícitas y descripciones que rozaban (o directamente cruzaban) el límite de lo que debería verse en un escaparate al que acceden niños y adolescentes.
Comentamos el tema durante unos minutos, estando ambos de acuerdo en que no era una cuestión de “ofensa moral” ni de gustos personales, simple y llanamente nos parecía una locura que ese tipo de productos estuviera tan accesible, sin filtro ni contexto alguno.
Y fue precisamente ese mismo amigo quien, unos días después, me habló de lo que está pasando en Australia. Una organización llamada Collective Shout ha conseguido que plataformas como Steam e Itch.io retiren o desindexen miles de videojuegos con contenido sexual explícito, incluyendo escenas de abuso, incesto o violación.
No por una nueva ley. No por una decisión de las plataformas. Sino por presión ciudadana bien dirigida.
¿Qué juegos se eliminaron?
Lo importante es esto: no se trata de censurar el contenido sexual en general. El foco estaba en obras que representan relaciones abusivas, violencia sexual o situaciones ilegales, a menudo con una estética que trivializa o erotiza el daño, y que estaban disponibles en plataformas generalistas, muchas veces sin controles adecuados de edad.
Collective Shout no fue contra las plataformas directamente, sino contra las empresas que procesan pagos online. Exigieron a Visa, Mastercard y PayPal que dejaran de colaborar con la monetización de este tipo de contenido y la estrategia funcionó. Las pasarelas de pago respondieron y las plataformas se movieron rápidamente para evitar problemas mayores.
Steam comenzó a eliminar títulos o impedir su monetización mientras que Itch.io desindexó más de 20.000 juegos marcados como NSFW. De repente, muchos títulos dejaron de estar al alcance de un par de clics.
¿Censura? No exactamente...
Las respuestas no se hicieron esperar. Algunas comunidades gamer denunciaron censura, intromisión moralista, puritanismo… y lo de siempre: amenazas, insultos, acoso a las responsables de la campaña.
Collective Shout publicó una recopilación de los mensajes recibidos: fantasías violentas, agresiones verbales y todo tipo de ataques que, lejos de fortalecer el argumento de la “libertad creativa”, confirman lo necesario que era iniciar esta conversación.
Porque no. Esto no es censura.
No se está prohibiendo crear obras, ni escribir historias, ni programar juegos con contenido adulto. Lo que se está reclamando es que plataformas abiertas al público general (donde juegan niños, adolescentes, familias) filtren lo que venden y cómo lo presentan.
El problema no es solo lo que se muestra, sino lo que se normaliza
Lo que más debería inquietarnos no son los juegos retirados, es el entorno que los protegía. Un entorno que defiende más el derecho a consumir simulaciones de abuso que el derecho de una comunidad a sentirse segura y que, además, responde con violencia cuando alguien señala un límite.
El caso de la eShop que mencionaba al principio no es un error puntual, es parte de un patrón. Plataformas que prefieren mirar hacia otro lado y que lo confían todo a la “autorregulación” o a un control parental que muy pocos configuran adecuadamente.
Y eso, en 2025, ya no se puede justificar.
Desde el Good Gaming, no hay duda posible
Jugar con conciencia también significa ser críticos con lo que consumimos, con lo que permitimos circular y con el impacto que todo eso tiene sobre los demás.
No todo vale. Y no pasa nada por decirlo. Es más: es urgente empezar a decirlo más alto.
Desde Good Game Generation, lo vemos claro: la industria del videojuego no puede seguir creciendo a costa de perpetuar dinámicas de abuso, ni dentro del juego ni en las comunidades que lo rodean. Si queremos que este medio madure, si queremos que llegue más lejos, tiene que pasar por una revisión profunda de sus límites.
No se trata de prohibir. Se trata de cuidar.
Hay líneas que no se deben cruzar.
Y si a algunos les incomoda, tal vez es porque hacía falta incomodar.
Comentarios